El péndulo de Foucault, la prueba definitiva

domingo, 29 de noviembre de 2009

En 1851 el físico francés Bernard León Foucault estaba preparado darle al mundo la primera prueba o experimento tangible de que el planeta gira sobre si mismo sin tener que recurrir a las estrellas.

Cualquiera que siguiera apoyando entonces las teorías geocéntricas (y los que lo hacían, eran pocos pero molestos) a pesar de lo expuesto por Coperenico, Galileo Galilei o incluso Newton en los trescientos años anteriores no tendría más remedio que ceder.

Foucault acudió al panteón de París, donde colgó de la cúpula del panteón un péndulo formado por un cable de 70 metros de longitud, una bola de 28 kilos de peso y en la parte inferior de la bola una pequeña aguja metálica.

Una vez colgado el péndulo, colocó bajo él un gran recipiente con arena, de manera que el péndulo colgara sobre el centro del recipiente y la aguja del péndulo rozara la superficie de arena.




Una vez preparado el escenario comienza la prueba, tras un buen empujón el péndulo empieza a bascular rasgando en cada oscilación la superficie de arena.

Para sorpresa de todos, con el paso de los minutos comienza a apreciarse que el péndulo, en vez de oscilar siempre en el mismo plano, poco a poco cambia de posición. Las horas comienzan a pasar y la realidad ya es palpable. El plano de oscilación del péndulo rotaba en el sentido de las agujas del reloj a razón de 11º la hora, y llegando a completar una circunferencia en algo más de 32 horas.


Y es que los péndulos son muy obstinados y tienden a mantener la inercia y el balanceo sobre el plano en el que se produjo el empujón inicial, por tanto el movimiento que observamos, es en realidad una especie de efecto óptico, puesto que el péndulo se balancea siempre en el mismo plano y es la tierra la que al girar sobre si misma, se mueve bajo el balanceo del péndulo.




Notas y curiosidades:

-Durante la prueba de Foucault el péndulo estuvo oscilando durante varias horas antes de detenerse a causa del rozamiento del aire. Actualmente en los péndulos de Foucault se usan electroimanes para compensar esa perdida de energía producida por el rozamiento, de manera que pueden oscilar casi indefinidamente.

-El tiempo que tarda el péndulo en dar una vuelta completa es exactamente de 24 horas en los polos y va aumentando a medida que nos acercamos al ecuador. En España tarda aproximadamente 37 horas.

-Si situamos el péndulo en el hemisferio norte, el péndulo efectúa el giro en sentido contrario a las agujas del reloj, si le colocamos en el hemisferio sur girará en el sentido de las agujas del reloj y si le situamos en el mismo ecuador, el péndulo sencillamente no gira.



-Por alguna razón que nadie llega a entender aún, los eclipses de sol pueden llegar a afectar al resultado del experimento como observó el Nobel de economía Maurice Allais durante un eclipse de sol en 1954. Allais pudo observar que durante el eclipse de sol el péndulo se desviaba de su dirección habitual, cambiando su ángulo de rotación en 13,5º. Una rotación que hasta ese momento había sido siempre invariable. Desde entonces la prueba se ha repetido en muchas ocasiones durante los eclipses solares y se ha vuelto a observar la anomalía en muchos de esos experimentos. Actualmente no hay ninguna explicación ortodoxa al efecto Allais y la propia NASA trata de encontrar una explicación.

-A día de hoy, algunos fundamentalistas religiosos todavía interpretan literalmente sus escrituras sagradas indicando que la Tierra es el centro físico del Universo, y son los astros los que giran alrededor de nuestro planeta.

-Como curiosidad final, pero no sin antes hacer un punto y a parte muy marcado; no me resisto a mostrar el siguiente vídeo dedicado a los amantes de la serie LOST. Durante la quinta temporada, cuando un nutrido grupo de protagonistas trata de volver desesperadamente a la isla perdida. Acuden a ver a cierta persona que esta tratando de encontrar la nueva localización de la isla. Sorprende ver que esta persona esta usando como instrumental, un péndulo de Foucault... Vaya usted a saber por que...




Fuentes y sitios de interés: 1 2 3 4

Y para ver en funcionamiento el péndulo de Foucault sobre una maqueta, para que sea más fácil de comprender:

San Borondón, la isla perdida de las Canarias.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Corría el S. VI cuando el monje evangelizador y navegante irlandés llamado Borondón decide echarse a la mar con otros diecisiete monjes en busca del Paraíso Terrenal. Comenzaría así uno de los viajes más famosos de la cultura medieval, y que tras un largo periplo, finalizaría "en un mar lleno de islas" las cuales muy probablemente eran las Canarias.

La historia nos cuenta que los monjes al ver tierra deciden bajar a inspeccionarla y a celebrar misa. Una vez en tierra descubren que la isla que eligieron para desembarcar se trata en realidad de una enorme ballena, naciendo en ese momento la leyenda de la isla errante.

 San Borondón (patrono de los marinos) celebrando misa sobre la ballena.

Un relato medieval que quedaría relegado al olvido de no ser porque los habitantes y marineros de las Canarias llevan siglos viendo en la lejanía una isla que aparece, desaparece y cambia de posición.

Una isla a la que los canarios llaman "la inaccesible", "la encantada", "la perdida", o más comúnmente, la Isla de San Borondón. Una isla fantasma que ha sido cartografiada en muchas ocasiones a lo largo de la historia, fotografiada, e incluso visitada.

 Extracto del mapa del norte de África de 1707 del cartógrafo francés Guillermo Delisle (Geógrafo Real y profesor de Luis XV)
 
Esta isla estaría localizada según los testigos en el extremo occidental del archipiélago entre La Palma, La Gomera y El Hierro, y tendría unas dimensiones nada despreciables llegando a medir 480 km de norte a sur y 155 km de este a oeste.

Uno de los aspectos que ayudan a mantener viva la leyenda es el gran número de expediciones, tanto españolas, como portuguesas y británicas que han tratado de llegar a la isla misteriosa a lo largo de estos siglos. Siendo lo sorprendente del caso, que algunas de ellas a su regreso afirmaban haber llegado a sus costas, como en el caso de la expedición encabezada por Hernan Perez de Grado, regente de la Real Audiencia de Canarias en 1570 que afirmó haber estado en sus costas y haber perdido en ellas a parte de su tripulación.

Otra expedición, mucho más reciente (enero de 1865) y mejor documentada, que llegó a tomar tierra en la isla fantasma, es la del naturista de la Royal Society inglesa, Edward Harvey, cuyas fotos y diario de expedición aún se conservan.



Edward Harvey era un respetado naturalista dentro del circulo científico británico. En su haber figuran dos expediciones previas a la que nos concierne, la primera a las colonias británicas en África en 1859 y la segunda, poco después, en 1862, con destino a la isla de Madeira y a las Canarias.

Fue en esta segunda expedición, durante su estancia en Tenerife, cuando se entera de la existencia de unas islas cercanas a Las Canarias y que no pertenecían a la colonia Española. Hallazgo que deja reflejado en su diario de la siguiente manera:
Dicen las gentes de este lugar que más allá de las islas, hacia poniente, se encuentran otras islas que no pertenecen a las colonias…sería de gran interés para la Royal Society poder acceder a estas tierras y estudiar su naturaleza”.
En 1863 regresa a Inglaterra. A partir de ese momento un solo pensamiento ocupa la mente del aventurero naturalista: Descubrir las islas de poniente. Tras haber tenido conocimiento de la existencia de estas islas por boca de los canarios comienza un exhaustivo estudio de la zona y encuentra multitud de referencias escritas y cartográficas a la isla de San Borondón. La leyenda empieza a convertirse en algo tangible.
Las leyendas siempre se basan en algo real, esa isla debe existir. Tantas expediciones han ido en su busca y tantos testimonios hay de su avistamiento. He de ser el primero en encontrar San Borondón”.
Decide entregarse en exclusiva a la misión de preparar una nueva expedición con el objetivo único de encontrar la isla. Comienza una vertiginosa carrera de estudios e investigaciones sobre las islas del Atlántico. Estudia los mapas en los que figuraba la isla, que avalaban la existencia de unos nuevos territorios aún por descubrir. Llega a tanto su obsesión y su dedicación, que no le queda más remedio que abandonar la Royal Society por no poder cumplir con las obligaciones que como trabajador de la misma había contraído.

Harvey llega a Santa Cruz de Tenerife a finales de 1864 y comienza a organizar la expedición que saldría finalmente de Las Canarias en enero de 1865. Tras unos días en el mar, durante los cuales la tripulación se enfrenta a una tormenta que daña el barco y hace que lleguen a temer por sus vidas, se escucha en cubierta al fin el grito de: "¡Tierra! ¡Girad a tierra!"

Queda ahora bajar a tierra firme, reparar el barco e inspeccionar la isla y, como no, tratar de averiguar si habían llegado realmente a San Borondón. Algo de lo que Harvey llegaría a estar seguro en muy pocos días.

Durante los siguientes 7 días que la expedición permaneció en la isla Harvey no descansó un segundo, tratando de recorrer la isla de extremo a extremo y adentrándose en la espesa vegetación tanto como le era posible. Siempre acompañado de su inseparable diario de viaje, su cuaderno de dibujo y de su cámara de fotos procuró que no quedase detalle sin registrar.

De todos aquellas fotos, dibujos y anotaciones que realizó y que aún se conservan son un buen ejemplo los siguientes:

 El barco de la expedición, la Cruz del Sur,  fondeado en la bahia de San Borondón 
14/01/1865


Acantilado con talla facial 
14/01/1865


Estanque en el interior de la isla 
16/01/1865


 Miembo de la expedición junto a frutos gigantes 
17/01/1865


 Panorámica de la costa 
17/01/1865


Tallas faciales en el interior de la isla 
 18/01/1865 


Oculimagnus Sanborndensis, uno de los animales que Harvey descubrió en la isla






Como no podía ser de otra manera, y como ocurre con todas las leyendas, la leyenda de San Borondón esta creada a base de imaginación sobre unos pequeños trazos de realidad. Y en este caso estamos ante una leyenda aún viva. La isla fantasma se sigue viendo, fotografiando, grabando y sigue dando que hablar.






Una leyenda que aunque podamos ver y parezca que casi tocar, ha sido explicada y desmentida por los científicos. Y es que la isla de San Borondón puede ser una formación de nubes bajas posadas sobre el mar o quizás el reflejo del Teide en el horizonte.

En cuanto a las expediciones, es probable que las que tocaron tierra lo hicieran por error en tierras ya conocidas o incluso que no sean más que una farsa para alimentar la leyenda o el ego de aquellos que pretendieron ser los descubridores de la isla perdida a lo largo de los siglos.

Fuentes: 1 2 3 4
 
Mención especial merece la web laisladescubierta.net donde podemos encontrar las fotografías y el diario de Edward Harvey (en cuyas páginas merece la pena perderse), y cuyo viaje es en realidad una ficción artística sobre el mito, que con poco tiempo de vida forma parte ya de la historia de los viajes a la isla perdida.

A veces es bonito soñar.


Te gusta conducir? II. Un viaje en carraca hasta Mali.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Si te gustó la idea del rally solidario hasta Mongolia, pero no te gusta el destino o simplemente prefieres el calor al frío, estas de enhorabuena.



Inspirado en el Mongol Rally pero de padres españoles nació el año pasado el Rally a Malí, un rally bastante más contenido en cuanto a distancia a recorrer pues la ruta ronda los 5.500 km en vez de los 13.000 del rally a Mongolia, pero que sin embargo promete ser una aventura mucho más densa en cuanto a adrenalina al transcurrir la mayor parte de la ruta por el impredecible desierto africano.

En este rally, al igual que en el anterior, es más correcto hablar de "no-ruta" en vez de ruta, pues solo dos puntos son los obligados a cruzar por los aventureros, la meta y la salida, el resto de la ruta es decisión del piloto y del copiloto de cada coche... y si nos ponemos quisquillosos, ni siquiera es necesario llegar a la meta....

Ejemplos de rutas a Malí; tu decides

Un rally con muy pocas reglas, pero unas reglas que de verdad merece la pena cumplir, deberás entregar 1000 € que serán destinados a proyectos benéficos, y además al llegar a destino, si es que lo consigues, deberás entregar allí el vehículo en el que hayas competido (o lo que quede de el) para que sea aprovechado por las ONGs locales.


Por supuesto, si le echas un poco de morro y la organización te recomienda que lo intentes, puedes conseguir que el viaje a Mali te salga gratis, incluyendo el coste del coche que vayas a utilizar. Solo tienes que conseguir patrocinadores que estén dispuestos a involucrarse contigo en algo que al fin y al cabo es una buena acción.

Recuerda que el coche puede convertirse en un enorme soporte publicitario para tus patrocinadores y además, en cuanto al coche, no hace falta que hagas un gran desembolso, el único requisito a cumplir, es que sea capaz de superar la ITV. Podrás llevar cualquier coche que compres de segunda, tercera o sexta mano, o incluso puede que conozcas a alguien que esté a punto de jubilar el suyo. Aquí se trata de vivir una aventura, y las aventuras se viven atravesando África en un 600 y no en un todoterreno reluciente. Es más, si llevas la aventura en tus venas y lo del coche te parece demasiada comodidad, puedes probar a ir en moto.




El año pasado se celebró la edición pioneros, y a juzgar por las fotos, debieron quedar encantados, y este año se celebrará la primera edición oficial, cuyo plazo de inscripción ya está abierto. ¿Tienes algo que hacer del 31 de Julio al 14 de Agosto de 2010?









Fuentes: web y blog

Yo fui un niño de la guerra - Edwin Tholley

viernes, 13 de noviembre de 2009

La historia que vamos a ver a continuación es una de esas historias que nos muestran que el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, y que el futuro de cada uno no tiene que estar necesariamente condicionado por su pasado.

Hablamos de Edwin Tholley, hablamos de Sierra Leona, de los niños soldado y de misioneros como Chema Caballero, una de esas personas que tiene el privilegio de poder pasar por este mundo sabiendo que hace todo lo humanamente posible por mejorarlo.

Chema Caballero acompañado de varios ex niños soldados en proceso de rehabilitación.
Freetown (Sierra Leona), enero de 2002  Foto: Gervasio Sánchez


Edwin Tholley tuvo la poca fortuna, como muchos otros, de nacer en Sierra Leona. A la edad de 8 años fue arrancado de su familia y puesto al mando de una unidad de 15 niños. Como mando intermedio que era, del Frente Revolucionario Unido de Sierra Leona, no solo estaba obligado a luchar para no ser ejecutado por sus superiores, sino que él mismo debía obligar a sus propios compañeros a luchar para no tener que tomar medidas contra ellos.

Durante los siguientes cuatro años tuvo que combatir contra el ejercito del gobierno de Sierra Leona, el ejercito de Nigeria, así como contra soldados guineanos, estadounidenses y británicos, también estuvieron envueltos en incursiones contra la población civil, matando y mutilando a personas inocentes para demostrar al gobierno y al pueblo su poder.

Cuatro años que pasó bajo los efectos de las drogas. Sus superiores les administraban cocaina para que perdieran el temor a luchar y poder manejarles más fácilmente.

Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre Edwin comienza a darse cuenta del sufrimiento que le rodea y del sufrimiento que él inflige a los demás. El lavado de cerebro al que es sometido pierde su efecto a medida que crece.


Un día reunió las fuerzas suficientes para escapar junto a algunos de sus compañeros que le siguieron sin dudarlo; una huida difícil en la cual algunos de sus compañeros perecieron.

Finalmente, los supervivientes consiguen llegar a la ciudad y allí tiene la fortuna de dar con la ONG save the children y con la misión javeriana de Chema Caballero. Una misión enclavada en lo que fue un hotel junto a una playa no muy lejos de la capital, Freetown. Se trata de la misión cristiana de St. Michael, un refugio para los niños de la guerra.

Un lugar que no solo tiene la misión de recuperar un poco de la infancia perdida de estos niños, sino también la de protegerles de los guerrilleros y de los propios vecinos de la zona. Vecinos para los que es difícil comprender que los niños de la guerra también son victimas y no verdugos.

Han pasado 10 años y ahora Edwin se encuentra en España, en Almería, estudiando enfermería gracias a otra ONG llamada Todos Son Inocentes. Su intención es volver a su país nada más finalizar sus estudios para reparar algo del daño que le obligaron a hacer.

Edwin, en primer plano, junto a tres compañeros también becados por la ONG TSI, en Almería
Todos ellos provienen de St. Michael

En la siguiente entrevista el propio Edwin nos cuenta su historia, cuesta un poco seguirle, pero merece la pena prestarle los 10 minutos de atención que dura el vídeo; pocas veces tenemos la oportunidad de escuchar un testimonio como este de primera mano.





Notas: Merece la pena también la lectura del siguiente articulo de Chema Caballero: Sierra Leona. Pequeños signos de esperanza después de la guerra

También es interesante la entrevista que le hacen a Caballero los lectores del Mundo. En especial, la siguiente pregunta nos da una idea de su compromiso:

¿Cual ha sido el momento o uno de los momentos mas difíciles que se te han presentado en tu trabajo diario?
En Mayo del 2000 en medio de un rebrote bélico, cuando todas las ONGs decidieron evacuar a su personal expatriado y me quedé solo en Sierra Leona, con 300 niñ@s en el centro y los rebeldes a las puertas del centro intentando llevarse a los niñ@s que intentábamos rehabilitar. Fueron momentos muy duros, por la tensión, el miedo y la soledad

Arquimedes; de matemático a estadista militar

martes, 10 de noviembre de 2009

Durante la segunda Guerra Púnica (218-201 a.C) los romanos cercaron Siracusa (213-211 a.C).

Siracusa se convertiría en una ciudad muy importante para los romanos, situada en la costa Este de Sicilia, se encontraba demasiado cerca de Roma como para que su levantamiento contra la República Romana y su alianza con Cartago, el gran enemigo de Roma durante las guerras Púnicas, quedara impune.

Roma decidiría atacar la polis griega y aplastar el levantamiento, pero para su desgracia, el sitio de la ciudad se prolongaría más de lo esperado, Siracusa se revelaría como fuente de desagradables sorpresas para los romanos; Siracusa era la ciudad natal del gran matemático Arquimedes, y este pondría todo su intelecto al servicio de la guerra.



El encargado de dirigir las tropas romanas sería el general Marco Claudio Marcelo, quien en un primer intento dividió a su ejercito en dos y preparo un ataque simultaneo por tierra y por mar con la ayuda de sesenta Galeras.  El despliegue por mar era impresionante para una ciudad de ese tamaño, sin embargo el optimismo romano desapreciaría rápidamente; al acercarse por mar a la costa, se les vino encima una gigantesca piedra de más de 250 kilos de peso. Al levantar la vista los romanos vieron atónitos como por el cielo volaban otras dos inmensas piedras en su dirección. Presas del pánico, sin apenas haber comenzado la batalla los romanos corrían en retirada.

Acababan de enfrentarse al primer ingenio de Arquimedes, la Catapulta.


Marcelo decidió entonces atacar de noche. Esperaba de esta manera acercarse sin ser visto a las murallas y por tanto acercarse lo suficiente a la ciudad como para evitar el ataque de las catapultas, unas armas que el esperaba estuviesen solo diseñadas para atacar a largas distancias.

Pero cual sería su sorpresa cuando desde lo alto de las murallas de Siracusa empezaron a llover sobre sus soldados toda una suerte de dardos, piedras y saetas disparadas con enorme potencia por otra nueva arma parida por Arquimedes, el Escorpión, una arma a medio camino entre la catapulta y la ballesta que debió su nombre a unas tenazas con las que agarraba los proyectiles con los que disparaba, parecidas a las del escorpión.


Una vez más tocaba batirse en retirada.

El cerco se estaba poniendo muy difícil para el general Marcelo, a cada nueva intentona romana correspondía una nueva y más original defensa por parte de Siracusa, tanto en armas, como en tácticas defensivas. De repente aparecían en el cielo enormes maderos que se incrustaban en las naves y las hundían sin remisión o incluso, hay documentos que mencionan, unas garras enormes de metal dispuestas sobre una especie de grúas que eran capaces de atrapar los barco, levantarlos, sacarlos del agua y estrellarlos contra las rocas.




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Aquella batalla se alejaba por momentos de los sistemas de guerra tradicionales y eso hundía la moral al disciplinado ejercito romano.

Pero el gran matemático, con sus 73 años de edad, aún seguía trabajando en el interior de la ciudad y sin saber como ni por qué, los barcos romanos comenzaron a incendiarse.

Arquímedes había logrado concentrar sobre el velamen de los barcos los rayos del sol con un sistema de espejos cóncavos que eran capaces de quemar aquello sobre lo que se dirigen.

 Grabado de Giulio Parigi sobre el sitio a Siracusa (1600)

 
Esquema de la disposición posible de los espejos a lo largo de la costa


Finalmente Siracusa cayó, y no porque los romanos consiguieran demostrar su superioridad frente a las maquinas de Aquimedes, sino porque los Siracusanos se sentían demasiado superiores y se relajaron.

Fue durante la celebración de un festival en honor a la Diosa Artemisa durante el cual una de las torres defensivas quedó desguarnecida, hecho que aprovecharon los romanos para entrar a la ciudad antes de que los habitantes pudieran reaccionar.

El General Marcelo había ordenado conservar la vida de Arquimedes, como buen romano, sabía apreciar a un buen adversario y reconocía el valor en particular de Arquimedes que podría crear nuevas armas para la República una vez la ciudad estuviese bajo el control romano. Para desgracia de todos, la orden de preservar su vida no fue respetada, uno de los soldados, según se cuenta, encontró a Arquimedes en los jardines de su casa estudiando unas figuras geométricas que había trazado en la arena y allí mismo fue donde recibió muerte no sin antes regañar al romano por pisar las figuras que él estudiaba.