A Sadat lo asesinó el integrismo islámico, no le perdonaron que de su mano saliera la primera firma árabe para sellar una paz duradera con Israel, no le perdonaron su amistad con el presidente estadounidense Jimmy Carter, les enfureció ver los apretones de manos conciliadores de Sadat con el primer ministro israelí Menahem Beguim en Camp David y por supuesto no fueron capaces de soportar que el presidente egipcio fuera el primer presidente árabe en acudir al parlamento Israelí.
Por si fuera poco Sadat tuvo la mala fortuna de recibir junto al propio primer ministro israelí el premio Nobel de la Paz, algo que para los integristas islámicos demostraba no solo que Sadat era un traidor, sino que Anwar el-Sadat y Menahem Beguium eran la misma cosa.
Todo esta consecución de sucesos que eran buenas noticias para el mundo, y malas para los que seguían pidiendo la sangre de Israel, acabaron desembocando en el asesinato del presidente Egipcio a manos de sus propios soldados durante un desfile militar en El Cairo, durante el cual varios soldados ametrallaron la tribuna presidencial desde el camión en el que iban transportados justo cuando pasan por delante del presidente.
Para EEUU, la muerte de Sadat fue una catástrofe, en Israel lloraron estupefactos al ver como el sueño se desvanecía y en Irán y Libia hubo muestras de júbilo por todas partes.
A los funerales de estado que tuvieron lugar cuatro días después acudieron dirigentes de todo el mundo, pero solo tres de la liga árabe. El presidente de los EEUU no se atrevió a acudir por motivos de seguridad, pero envió a Carter, Ford y Nixon; por lo visto, siempre es mejor perder a tres ex-presidentes en caso de atentado, que a un presidente en activo. Y desde España acude a presentar honores el presidente Leopoldo Calvo Sotelo.
Pero Anwar el-Sadat no esta enterrado donde el quería. Su sepultura, junto a la tumba del soldado desconocido y a escasos 400 metros del lugar donde le quitaron la vida es solo provisional, pese a llevar enterrado en ese lugar casi tres décadas.
Actual tumba de Anwar el-Sadat
Tumba de Sadat. Al fondo, las tribunas donde fue asesinado.
Anwar el-Sadat quería ser enterrado en la parte de desierto del Sinaí que Israel devolvió a Egipto y donde no tuvo tiempo de construir su pequeño sueño faraónico: una mezquita musulmana, una sinagoga judía y una iglesia cristiana. Una construcción muliclerical que sin duda hubiese puesto, una vez más, los pelos de punta a sus detractores.
Y es que Sadat tenía una consigna "nada de política en la religión, nada de religión en la política".
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