Renovar cualquier elemento de este imponente sistema de transporte requiere de una fuerte inversión, no solo por lo que cuestan las nuevas mejoras, sino por la cantidad de desecho que se produce y que irremediablemente hay que procesar; y si estamos hablando de los cerca de 8.000 coches que componen este metro, la montaña de material a desechar adquiere proporciones titánicas.
Así que las autoridades Neoyorkinas comenzaron a buscar la forma más asequible de deshacerse de los cerca de 1.200 coches que iban a ser retirados, entre ellos los icónicos Redbirds, fácilmente reconocibles por el color "rojo profundo" con el que fueron pintados para hacerles la vida un poco más difícil a los grafiteros en la década de los 70.
Por suerte para todos, la forma más barata y rápida de deshacerse de estos vagones resultó ser también la forma más ecológica. La solución a sus problemas pasaba por arrojar estos vagones al fondo del mar donde pudieran servir para crear nuevos arrecifes artificiales.
Buscaron entonces lugares donde poder depositar sus redbirds y comenzaron los contactos con distintos estados de EEUU, Nueva York estaba dispuesta a correr con los gastos del transporte, del hundimiento de los vagones, así como de la limpieza, desengrasado y desmantelado de las piezas móviles y cristalería de los aparatos.
De todos los estados contactados, Delaware, Nueva Jersey y Maryland fueron los que más interesados se mostraron, sin embargo en el ultimo momento Nueva Jersey y Maryland dieron marcha atrás, no estaban convencidos de el proyecto fuera realmente una buena idea de cara a mejorar el ecosistema marino de sus costas. Los 250 coches de la primera fase de renovación de vehículos serían por tanto para Delaware.
Al fin y al cabo, las costas de Delaware tenían un suelo oceánico tan arenoso y llano que los pescadores, ecologistas y científicos lo consideraban un desierto submarino, si el experimento no funcionaba, no se habría perdido gran cosa.
Con el paso de los años se ha podido comprobar que el experimento si fue una gran idea, los arrecifes artificiales creados con estos vagones han propiciado una regeneración de la fauna y la flora marina casi explosiva, siendo reseñable la creciente población de lubinas.
Además los beneficios no han sido solo los ecológicos, sino también económicos, la zona comienza a ser rentable para los pescadores y se ha generado una nueva corriente turística, la proximidad de los arrecifes a la costa y si fácil acceso les hacen muy atractivos para los aficionados al mundo submarino, que acuden en masa a visitar el fantasmagórico paisaje subacuático.
A día de hoy, los vagones amontonados en el fondo de la costa americana superan los 900 y un gran número de estados se pelean por obtener las nuevas remesas de viejos redbirds, aun en proceso de renovación, ofreciéndose ellos a sufragar los gastos logísticos.
Fuentes: 1 2 3 4 5 6 y 7
0 comments
Publicar un comentario