El primero de ellos data de mediados del S. XIX. La situación interior y exterior de nuestro país no puede decirse que fuera muy boyante; España permanecía a la sombra de las grandes potencias europeas, se sentía deslumbrada por su desarrollo capitalista y el afán imperialista y expansionista que aun entonces persistía en las mentes de nuestros dirigentes, les llevó a firmar el Tratado de la Cuadruple Alianza con Francia, Inglaterra y Portugal, un Tratado que resultó ser mucho más ventajoso para Francia e Inglaterra que para los países de la península Ibérica.
En nuestro país, el general O´Donnell trata de desviar la atención de los problemas internos a base de intentar conseguir réditos políticos de una serie de aventuras militares que deberían de proporcionar a España el lugar de prestigio que a esta le correspondía, y que resultaron en su mayoría desastrosas e inútiles.
Entre estos despropósitos brilla con luz propia la participación militar española en la Primera guerra de Vietnam (no confundir con la primera guerra de Indochina, que fue poco después), una zona a la que entonces se la conocía como la Conchinchina .
La Conchinchina era un territorio gobernado tradicionalmente por la dinastía Nguyên, y a mediados del s.XIX el emperador Nguyên que ostentaba el trono, era el emperador Tu Duc, un emperador que empezaba a sentirse molesto por la presencia de los franceses en la zona, y en menor medida, también por la presencia de algunos españoles, hasta tal punto que acabó ordenando la persecución y castigo de los misioneros franceses y españoles que por allí pululaban evangelizando a los vietnamitas.
El asesinato por parte de los vietnamitas del vicario apostólico de Tokin central, el dominico asturiano José María Díaz Sanjurjo que trabajaba para la diócesis francesa, fue la excusa. Francia declara la guerra en 1858 y España, obligada por el Tratado de la Cuádruple Alianza, y con un importante compatriota asesinado, acude en ayuda de los franceses.
Grabado sobre la guerra de Conchinchina
Soldados filipinos
Francia obtenía de esta manera muchos beneficios de todo tipo, España, poco o nada a parte del agradecimiento de los franceses. Sus deseos de establecerse en la zona a modo de potencia europea mediante un protectorado no consiguieron hacerse realidad
Las tropas españolas permanecen en la zona durante cinco años más y después se retiran paulatinamente; al estado español no le salía rentable mantener tropas en la zona.
El segundo de ellos es solo un siglo después, durante la Segunda guerra de Indochina, más comúnmente denominada, la Guerra de Vietnam.
Por aquel entonces, en España mandaba el General Franco, y en EEUU lo hacía el presidente Lyndon Baines Johnson, sucesor de Richard Nixon que fue quien metió a su país en la guerra de Vietnam.
Cuando Lyndon llega al poder, le toca lidiar con una guerra que se está tornando mucho más cruenta y larga de lo esperado por Nixon, y busca ayuda en cualquier lado, es entonces cuando recurre a Franco, tal como se descubre mucho tiempo después al hacerse públicos los archivos del Departamento de Estado Norteamericano. Para cualquiera que quiera consultar: Relaciones Internacionales de Estados Unidos, 1964-1968. Volumen doce: Europa Occidental. España.Documento 184.
Para sorpresa de Lyndon, Franco rehúsa acudir en su ayuda y entrar directamente en guerra, y lo hace mediante una carta que aun se conserva en los archivos antes citados; carta que copio integra a continuación y en la cual me permito resaltar lo más llamativo:
"Mi querido Presidente Johnson
Mucho le agradezco el sincero enjuiciamiento que me envía de la situación en el Vietnam del Sur y los esfuerzos políticos y diplomáticos que, paralelamente a los militares, los Estados Unidos vienen desarrollando para abrir paso a un arreglo pacífico. Comprendo vuestras responsabilidades como nación rectora en esta hora del mundo y comparto vuestro interés y preocupación de los que los españoles nos sentimos solidarios en todos los momentos. Comprendo que un abandono militar de Vietnam por parte de los Estados Unidos afectaría a todo el sistema de seguridad del mundo libre.
Mi experiencia militar y política me permite apreciar las grandes dificultades de la empresa en que os veis empeñados: la guerra de guerrillas en la selva ofrece ventajas a los elementos indígenas subversivos que con muy pocos efectivos pueden mantener en jaque a contingentes de tropas muy superiores; las más potentes armas pierden su eficacia ante la atomización de los objetivos; no existen puntos vitales que destruir para que la guerra termine; las comunicaciones se poseen en precario y su custodia exige cuantiosas fuerzas. Con las armas convencionales se hace muy difícil acabar con la subversión. La guerra en la jungla constituye una aventura sin límites.
Por otra parte, aunque reconociendo la insoslayable cuestión de prestigio que el empeño pueda presentar para vuestro país, no se puede prescindir de pesar las consecuencias inmediatas del conflicto. Cuanto más se prolongue la guerra, más empuja al Vietnam a ser fácil presa del imperialismo chino, y aun suponiendo que pueda llegar a quebrantarse la fortaleza del Vietcong. Subsistirá mucho tiempo la acción larvada de las guerrillas que impondrá la ocupación prolongada del país en que siempre seréis extranjeros. Los resultados como veis, no parecen estar en relación con los sacrificios.
La subversión en el Vietnam, aunque a primera vista se presente como un problema militar, constituye, a mi juicio, un hondo problema político; está incluido en el destino de los pueblos nuevos. No es fácil al Occidente comprender la entraña y la raíz de sus cuestiones. Su lucha por la independencia ha estimulado sus sentimientos nacionalistas; la falta de intereses que conservar y su estado de pobreza les empuja hacia el social-comunismo que les ofrece mayores posibilidades y esperanzas que el sistema liberal patrocinado por Occidente que les recuerda la gran humillación del colonialismo. Los países se inclinan en general al comunismo porque, aparte de su poder de captación es el único camino eficaz que se les deja. El juego de las ayudas comunistas rusa y china viene siendo para ellos una cuestión de oportunidad y de provecho.
Es preciso no perder de vista estos hechos. Las cosas son como son y no como nosotros quisiéramos que fueran. Se necesita trabajar con las realidades del mundo nuevo y no con quimeras. ¿No es Rusia una realidad con la que ha habido que contar? ¿No estaremos en esta hora sacrificando el futuro a aparentes imperativos del presente? A mi juicio hay que ayudar a estos pueblos a encontrar su camino político, lo mismo que nosotros hemos encontrado el nuestro.
Ante estos hechos nuevos no es posible sostener la rigidez de las viejas posiciones. Una cosa es lo que puedan acordar las grandes naciones en Ginebra y otra el que tales decisiones agradan a los pueblos y se conformen con ellas. Es difícil de defender en el futuro y ante los ojos del mundo esa división artificial de los países que sí fue conveniente de momento dejará siempre abierta una aspiración a la unidad.
Comprendo que el problema es muy complejo y que está presidido por el interés americano de defender a las naciones del Sudeste asiático de la amenaza comunista; pero siendo ésta de carácter eminentemente político, no es sólo por la fuerza de las armas cómo esta amenaza puede desaparecer.
Al observar, como hacemos, los sucesos desde esta área europea, cabe que nos equivoquemos. Guardamos, sin embargo, la esperanza de que todo pueda solucionarse ya que en el fondo los principales actores aspiran a lo mismo; los Estados Unidos a que el comunismo chino no invada los territorios del sudeste asiático; los estados del sudeste asiático a mantener a China lo más alejada de sus fronteras; Rusia, a su vez, a que su futura rival, China, no se extienda y crezca; Ho Chi Minh, por su parte, a unir el Vietnam en un Estado fuerte y a que China no lo absorba.
No conozco a Ho Chi Minh, pero por su historia y sus empeños por expulsar a los japoneses, primero, a los chinos después y a los franceses más tarde, hemos de conferirle un crédito de patriota, al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de su país. Y dejando a un lado su reconocido carácter de duro adversario, podría, sin duda ser el hombre de esta hora, el que Vietnam necesita.
En este interés superior de salvar al pueblo vietnamita y a los pueblos del sudeste asiático, creo que vale la pena de que todos sacrifiquemos algo.
He deseado, mi querido Presidente, haceros estas reflexiones confidenciales en el lenguaje directo de la amistad. Aunque sé que muchas están en vuestro ánimo, le expongo lealmente mi juicio con el propósito de ayudar al mejor servicio de la paz y del futuro de los pueblos asiáticos.
Suyo buen amigo
Francisco Franco.
Jefe del Estado Español "
Sin embargo, Franco no quiere perder los contactos políticos con EEUU, y a pesar de haber rehusado entrar directamente en guerra, acepta la dirección de un hospital militar en una zona caliente de Vietnam, el Hospital Provincial de Go Cong, donde ondearía la bandera española por un lapso de cinco años.
Un hospital con capacidad para 150 camas, defendido por tropas españolas y estadounidenses donde prestarían servicio cerca de 30 sanitarios españoles en rotaciones de doce personas cada tres meses.
"Cuando llegamos a Saigón (el 8 de septiembre de 1966) aquello era un hervidero. Las bombas caían continuamente sobre la ciudad, los coches volaban y el ruido era ensordecedor. Pero la gente andaba por la calle como si tal cosa. Intentaban hacer su vida normal. Se habían acostumbrado", recuerda aún con extrañeza el coronel Francisco Faúndez, uno de los cuatro médicos de aquella la primera expedición. "Pero el ejército permanecía recluido en sus bases, rodeados de sacos terreros y sin salir".
Teniente médico Antonio Velázquez 1969
"¿Recuerda aquella escena de Apocalypse Now? ¿El despegue de los helicópteros con la música de Wagner? Lo veíamos todo el tiempo. Era exactamente igual"
"La labor que teníamos era imposible de acometer. La población civil sufría un porcentaje elevadísimo de tuberculosis crónicas, casos que no merecían la pena desde el punto de vista americano"
"Oíamos como nos ametrallaban al amanecer casi cada día. Lo oíamos, pero no veíamos nada por las plataneras. Nos lanzaban granadas de mortero todos los meses. El peor, febrero de 1968. Los vietcongs celebraron el Tet, el año nuevo vietnamita, atacando la zona donde estaban los españoles con fuego de mortero, ametralladoras y fusiles para liberar de la cárcel próxima a 200 presos. Al día siguiente, seis granadas más mataron a ocho miembros del personal vietnamita de la casa e hirieron a dos militares españoles"El equipo español atendió en los seis primeros meses a más de 23.000 personas. En Vietnam les condecoraron tres veces, y pusieron a un puente su nombre. Allí dejaron amigos. Cuando llegaron a España, en 1971, nadie les recibió
Fuentes:
1ª intervención en Vietnam: 1 2 3 4
2ª intervención en Vietnam: 1 2 3 4 5
Notas: aunque la participación española en primera guerra de Vietnam es un hecho desconocido para la gran mayoría de los españoles, su existencia ha quedado grabada en nuestro lenguaje coloquial. ¿A quien no le han mandado alguna vez a la Conchinchina? ¿Quién no ha dicho alguna vez que alguien o algo esta en la Conchinchina para hacer referencia a lo lejos que está?
1 comment
Interesante artículo, pero Lyndon B Johnson es el sucesor de Kennedy, no de Nixon, y fue precisamente Kennedy el que involucró a EEUU en la guerra. Nixon fue el sucesor de Johnson, y el que sacó a EEUU de la guerra.
1 de octubre de 2012, 12:41Publicar un comentario